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jueves, 12 de enero de 2012

Caminaba por el pasillo del hogar, desnudándose.

De lo primero que se desprendió fue de los mitos con los que había crecido, deshechó creencias superfluas, sangró cuando para crecer reconoció que la habitaban esperanzas sin sentido, cuando evidenció que la vida misma carece de sentido a priori.

Luego, dejo los equipajes de ropas viejas, gastadas, heridas, dañadas, saco sólo lo que creyó necesario para su vida, se quedó con los aprendizajes, con el recuerdo de un oleaje salvaje en las noches, de un frío clandestino que hiere los huesos y los tiempos.

Después, se detuvo, titubeó unos instantes, pensó que estaba arriesgándose como nunca, sintió miedo, pero recordó que es ella la encargada de darle el sentido a los días, respiro mirando la noche, absotbiendo las energías milenarias del polvo de estrellas y continuo su caminata.

Lo último que dejo caer fueron sus miedos, sonaron cual tormenta eléctrica tropezándose en el piso de madera, un estallido estelar de gritos de hace tiempo. Tardó años en lograrlo, en sacerse del alma los cristales de tantas heridas. Pero lo logró, cruzó por amor las tinieblas con las que creció.

Así, desnuda, transparente, musical, poética, con heridas y poesía talladas profundamente en la madera de su alma se lanzó sin equipaje al mar de los ojos de él, sin saber que iría a pasar...

Sus cuerpos se encontraron en un pasillo, en un vuelo, en una caminata, en una marcha, en un escenario, en el universo que hoy habitan enamorados, con olor a bosque en las entrañas, con la inmensidad del océano, con el infinito del universo, con la música de los tiempos y con la alegría de estar juntos.

Se amaron, se amaron como sólo dos almas que llevan siglos buscándose lo hacen, se amaron y comprendieron un anocher antes de que él le cerrara los ojos con besos, que amar es dotar de sentido la vida, es resignificarla.

No sólo se amaron ayer, sino que hoy también lo hacen. Descubren un sentido nuevo cuando se acarician el alma, cuando caminan por los tejados azulados del universo, cuando Max Richter suena como preludio de lo que será una serenata del más profundo amor.

Ella ya no camina sola por el pasillo. Él ya no camina solo por el pasillo, denudándose...

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Bienvenido (a)

Como los primeros rayos del sol, al amanecer, medio tímidos tocando el cielo entre sus brazos... Así puede que me sienta, dispuesta a abrazarte con lo que más amo hacer, escribir.

Muchas gracias por estar aquí, entre mis sueños y desvelos.

Un abrazo,


Fran Joan Violet